(Molothrus rufoaxillaris)
Muy difícil de distinguir del “renegrido”, suele llegar en compañía de los melodiosos “músicos” o “tordos mulatos” a quienes parasita para que empollen sus huevos y críen a su prole. Una llamativa adquisición evolutiva, más lamarckiana que darwiniana, hace que sus pichones presenten durante los primeros tiempos un plumaje semejante al de sus padres sustitutos –los “músicos”- tal vez para una mejor integración a esa especie de crianza, y cerca ya de independizarse se tornan en una rara mezcla de castaño con negro que hace pensar, erróneamente, en una hibridación entre las dos especies hasta alcanzar el negro intenso característico del adulto.